¿PAJA O VIGA?

"Ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”
Es más fácil juzgar y condenar, que ponerse en el lugar de los otros.
Esta costumbre es una tendencia casi natural en toda persona pero, si realmente nos pusiéramos en el lugar de los que son objeto de nuestro juicio - ya sea porque sus actitudes y comportamientos nos molestan, o porque sus puntos de vista no son de nuestro agrado, o porque acaban de cometer un desatino, o porque formas parte de un grupo al que yo no pertenezco - otro gallo nos cantara, pues viviríamos mucho más en un entorno de paz.
¡Cuántos problemas interpersonales crecen en el ámbito familiar, laboral y social por esa actitud de condena ante lo que no estoy de acuerdo, simplemente porque no me he dado la oportunidad de analizar!
¡Cuántos malos entendidos, distanciamientos y enemistades surgen porque somos intolerantes y prepotentes!
¡Cuántos problemas realmente serios a nivel social aparecen con consecuencias catastróficas, por el simple hecho de actuar bajo el calor del momento y muchas veces arengados e incitados por otros!
¡Y ni qué decir de cuantas rupturas de parejas, o entre hermanos, suegros y parientes políticos surgen por una situación irrelevante, pero que por falta de flexibilidad y comunicación, acaban siendo un gran problema!

Pero para ser flexible, hace falta tener criterios claros y saber reflexionar para relacionar nuestra vida cotidiana con ellos, como dice David Isaacs.
Tenemos que decidir cuáles son los criterios personales que queremos que rijan nuestra propia vida: verdades y valores inmutables por ser trascendentes, y cuáles son los aspectos de la vida en que podemos y debemos ser flexibles y tolerantes.
La persona flexible lo es porque ha aprendido de su propia experiencia y de la de los demás, y por eso trata de escuchar y observar y comprender, antes de opinar.
Saber adaptar su comportamiento, con agilidad, a las circunstancias de cada persona o situación, sin dejar de ser fiel a sus convicciones y sin abandonar los criterios de actuación personal.
Ser flexible no significa dejarse llevar por lo que está de moda, por respetos humanos.
Ser flexible es poder decir que sí, o decir que no, en el momento y circunstancia oportunos.
Por eso, ante una circunstancia familiar, de trabajo, social o personal, especialmente si es delicada por su contenido y en la que entran en juego diferentes opiniones, debo saber escuchar y valorar, sin juicios ni prejuicios para poder discernir mi respuesta ante tal o cual situación.
La rigidez e intolerancia, en ocasiones, puede causar que llegue “la sangre al río”, como sucede con los linchamientos, o con las riñas colectivas o familiares, en las que nadie sale ganando.
Pero tampoco puedo ser tan “tolerante” como para claudicar olvidando mis convicciones.
Y en todas las ocasiones cuando la tentación de juzgar y condenar esté presente, muchas veces cegado por la pasión, la soberbia o el egoísmo, pensar:
“No me gustaría estar en su lugar, porque no quisiera terminar calumniado, despreciado, vejado o incluso golpeado hasta la muerte, como ha pasado con tantos.”